Hablando con Alfredo García

Conociendo a nuestros artistas

Una charla con Alfredo

García, un barítono en nuestro Festival

En el mundo de la música clásica, pocas voces logran transmitir con tanta profundidad la esencia de cada personaje y la emoción de cada partitura como la del barítono español Alfredo García. Con una carrera que abarca desde la ópera hasta la música de cámara, su versatilidad y sensibilidad interpretativa lo han convertido en una referencia imprescindible en el panorama vocal actual.

En esta conversación exclusiva para el Festival Internacional de Alborada Clásica, Alfredo García nos abre las puertas a su universo artístico. Hablamos sobre su trayectoria, sus experiencias en los escenarios más prestigiosos y su visión sobre la evolución del canto lírico en el siglo XXI.

Alfredo, eres barítono, ¿es el barítono en el canto el equivalente al cello en la orquesta? ¿En la ópera se le asigna un tipo de rol específico?

Hay un consenso en considerar que el cello se asemeja a la voz humana y es una similitud acertada sobre todo si escuchamos a un cellista que realice una gran interpretación. Sin embargo nunca he pensado en un violoncello cuando he escuchado a un cantante. Creo que es una de estas ideas que nos sirven para ordenar el mundo en el que nos movemos y que a veces resultan tan necesarias.

Alfredo, eres un solista internacional que ha sido un gran divulgador de la música española, desde Falla a la contemporánea, pero te formaste en Viena sobre todo ¿Cuál es tu repertorio preferido, en el que estás más a gusto?

No me resulta fácil encuadrarme dentro de un único repertorio, en ópera me atraen los personajes complejos, poliédricos, que alberguen un número de debilidades humanas que den para reflexionar en su intepretación, que me den trabajo al  momento de pensar en ellos.  El oratorio, por su espiritualidad concentrada me hace sentir en un plano diferente y me comunica con lo que de trasdendente se alberga dentro de nosotros. Y las canciones de concierto son un desafío, ya que componen universos en miniatura que uno debe desplegar en un momento muy breve, como un  Big Bang musical que irrumpe en el concierto. Y no puedo dejar de mencionar el periodo romántico, con el que me siento muy identificado en general y del que seguimos alimentando nuestra creatividad y ha marcado nuestras preferencias. De hecho, el romanticismo se asemeja a la Grecia Clásica,  en un número muy limitado  de años, surgieron casi todos los filósofos relevantes que han conformado nuestro mundo y han anegado de valores la sociedad occidental. Qué sería de la música sin Beethoven, Schuber Brahms, Verdi y voy a hacer trampa metiendo a Mozart, que es del periodo clásico, pero al que todo se le puede consentir. A mi periodo de estudios en Viena le debo un estrecho contacto con este repertorio.

Sonia De Munck interactuando con el público después de su actuación.

«…el jazz, activa algo dentro de mi cabeza que no sé muy bien como definir y que que si tuviese un sonido se parecería al engranaje de un antiguo reloj».

¿Podrías nombrar tres obras de tu repertorio que consideres obras maestras absolutas?

Sin duda Don Giovanni de Mozart, con un personaje tan fascinante como el del protagonista, con su amputación emocional que lo aparta del género humano para transformarse en un psicópata que atropella a todos aquellos que va encontrando en su camino.

Seguiría con Mozart y su Cosí fan Tutte. Una ópera que a través del humor reflexiona sobre las relaciones entre hombres y mujeres y que de escucharse ahora, levantaría una gran polémica en aquellas personas que tiene la piel cubierta de fina pólvora dispuesta a combustionar.

Y por último y saliendo de mi repertorio, cualquiera de las obras de Bach que es algo así como la energía oscura que recorre todos los rincones del músico que soy.

¿Que cantantes vivos o fallecidos admiras por encima de los demás.? Y una característica de por qué

Guardo un recuerdo asombroso de escuchar a Giuseppe Giacomini del que brotaba una voz de trueno que a la vez era cálida y apasionada. Y siempre he sentido una calma especial cuando escuchaba a Renato Brusón, llevaba en su voz algo parecido al sol que te cubre en un día de frío. Algo en su manera de cantar me reconfortaba y si se hubiese tratado de un vino, hablaría de un caldo carnoso con un fondo balsámico.

 ¿Qué Musica no clásica escuchas?

Sobre todo jazz, que activa algo dentro de mi cabeza que no sé muy bien como definir y que que si tuviese un sonido se parecería al engranaje de un antiguo reloj. No soy un entendido de esta clase de música, no he dedicado tiempo a coleccionar los nombres de quiénes son los mejores intérpretes, pero los escucho con la misma atención y admiración que a los músicos del universo clásico.

«Los ibros, como la música, nos va construyendo de a poco, aunque no somos conscientes de donde se encuentra cada pequeño ladrillo que añadimos en su día al edificio».

Una película y un libro

Hay tanta literatura a la que debo tantos buenos momentos que no sabría por dónde comenzar. Los libros, como la música, nos van construyendo de a poco, aunque no somos conscientes de donde se encuentra cada pequeño ladrillo que añadimos en su día al edificio. Aunque hay una obra de teatro que leí, antes de verla representada, y que dejó una huella en mi, es el «El concierto de San Ovidio» de Antonio Buero Vallejo. Trata de unos violinistas pobres y ciegos en el siglo 18 que sueñan con ser algo más que músicos callejeros y lo que encuentran es la mofa de la sociedad de su tiempo, sin embargo, su sueño de dignidad pervive. Y voy a mencionar algunos escritores más. Los rusos, por los que tengo debilidad, Tolstói, Chéjov, Dostoyevsky y por supuesto en esta sopa no pueden faltar Cervantes con su Quijote, del que se habla mucho y que pocos han leído y Galdós, al que le birlaron el Premio Nobel por anticlerical y que fue un Canario de Madrid

De las películas, también hay muchas que merecen ser rescatadas de un cada vez más probabe fin del mundo, pero de ellas, «El cielo sobre Berlin» de Wim Wenders que tiene un guión poético que da a los ángeles protagonistas un halo de humanidad y también “El hundimiento”, de Oliver Hirschbiegel, con toda su deslumbrante crudeza. Y hay una película que he visto varias veces y que cuando la encuentro empezada en un acanal de televisión no consigo despegarme de ella y vuelvo a mirarla hipnotizado, es El Padrino de Coppola, cualquiera de las 3 entregas.

«Esta partida la ganó mi vocación artística, aunque sigo mirando el cielo y fascinándome, como aficionado a la astronomia, con todo lo que se va conociendo y sobre todo con aquellas preguntas que aún quedan sin responder».

Una ciudad y un lugar exótico para perderse

No sé donde se encuentra la ciudad para perderme pero sé que tiene mar, con una marea que deja al descubierto una amplia llanura donde colocar una silla aguardando de nuevo la subida del agua para sentirla en los pies. Tiene pocos habitantes y hay una librería, un cine y apenas se habla de ella. Es algo fría en invierno y en verano te permite vivir sin querer escapar hacia el norte. Además tiene un café con crsitaleras al pie de la playa, que no es demasiado hortera y  en el que puedes abrazar una taza entre las manos y tirar la mirada al mar como una caña de pescar recuerdos. Y entre sus carencias están la ausencia de música disco, regeton o televisores que vomitan por las calles su mediocridad, dando lugar al silencio natural de la vida, la gente que camina, pasea y se detiene a charlar.

Y para vivir, Madrid, porque no tiene mar pero su oleaje está formado por un pulso vital y cultural de todas las procedencias, por su tolerancia, su nocturnidad y porque algunos la odian, así que algo bueno tiene que tener.

¿Que otra profesión escogerías de no ser músico y porqué?

Durante un tiempo estuve dándole vueltas a ser astrofísico, antes de que el valor para dedicarme a la música hiciese acto de presencia. Esta partida la ganó mi vocación artística, aunque sigo mirando el cielo y fascinándome, como aficionado a la astronomia, con todo lo que se va conociendo y sobre todo con aquellas preguntas que aún quedan sin responder. No hay nada tan intrigante como el universo, más allá de nosotros. También pensé en dedicarme a escribir, algo que parece que ahora todo el mundo hace, con resultados diversos, aunque de este mal he ido encontrando cura en los momentos que ocasionalmente se abren dentro de mi actividad.

¿Crees en algo más allá de esta vida?

Creo en la angustiosa necesidad de creer, en lo difícil que es vivir con la idea de que nuestros seres queridos y nosotros mismos podamos disolvernos en la nada, en lo frustrante que puede resultar no terminar de de entender porqué llegamos a ser nostros. Toda esta laguna de incógnitas las llené en algún periodo de mi vida con una fe particular, como suele hacer casi todo el mundo, aunque en este momento creo que más allá de nuestro horizonte vital no hay nada más. Y esta es una de esas cuestiones en que no me importaría estar equivocado.

¿Cuál es la debilidad humana que menos soportás y más te indigna?

Tolero mal a los manipuladores, con ese maravilloso talento que tienen  para colocar trampas delante de uno con forma de florero y en las que aguna vez caí, tal vez por ingenuidad o por una dosis de ceguera. A los difamadores les llevaría directamente al centro de un agujero negro, por el acto de maldad que supone la destrucción social de de las personas con un arma tan fácil de disparar, pero que a la vez supone una falta de escrúpulos semejante a la del Don Giovanni que meciónabamos antes. Y en general, la maldad gratuíta

¿Y la que más admiras?

La heroicidad de los bondadosos por naturaleza, la de aquellos que brindan amor a su alrededor y que llevan entre sus manos la brújula para entender el sentido del bien en la vida, la de aquellos que son capaces de comprender que esto es lo único que de verdad importa. El amor, en toda  la longitud y latitud que se le puede atribuir a esta palabra.

Dime alguna cosa sobre las canciones de Beethoven, que son grandes desconocidas en su extenso catálogo. Creemos que hay alguna en español, esto es casi una primicia…

Estas canciones surgen en el seno de las gentes, las ciudades y las zonas rurales cuando no existían medios que nos dijesen qué es lo que es lo que tenemos que escuchar.  Cuando la existencia de esa abominación sonora que es el reggaeton no podía imaginarse.  Tienen la impronta de la espontaneidad, de la sinceridad y por eso están cargadas de tanta belleza. Beethoven se las lleva a casa y las devuelve al mundo reescritas con todo el talento del que es capaz este compositor. Se parece a pescar en el más limpio de los océanos del mundo y que el plato lo prepare el mejor de los chefs imaginables.

Alfredo, es la primera vez que haces un dúo con Sonia. ¿Qué esperas de esta colaboración?

Sonia es una artista sensible,  una cantante conectada a las emociones y alguien por quien siempre he sentido admiración. Además nos entendemos muy bien en el plano artístico y tenemos una buena amistad. El trío Hermeneia que interpreta las canciones, está formado por músicos con los que puedes viajar musicalmente a cualquier lugar. A una aventura como esta ¿Quién no se apuntaría?